«Una sola cosa es necesaria. María escogió la mejor parte»
Para la oración personal del sacerdote en base al Evangelio del día. Domingo 21 de julio de 2019
ESPADA DE DOS FILOS. P. Gustavo Elizondo Alanís
«Tu Señor te advierte, sacerdote, que el activismo y la preocupación no te conducen a ninguna parte, tan sólo enfrían tu corazón».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
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EVANGELIO DEL DOMINGO DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Marta lo recibió en su casa. – María escogió la mejor parte.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Palabra del Señor.
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“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? … (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: escoger la mejor parte es vivir en ti como tú vives en mí, permanecer en ti como tú permaneces en mí, recibirte a ti porque tú te entregas a mí, para unirme y hacerme tuyo, para conservarme en ti, en tu amor para siempre.
Tú pasaste por mi alma y tocaste la puerta. Yo te abrí y tú entraste, y me tomaste para hacerme tuyo. Y un alma dispuesta, que escucha el llamado y recibe al amor, tú la tomas y la unes y la conservas, para que nunca te sea quitada.
Señor: las preocupaciones y las ocupaciones a veces me agobian. ¿Qué debo hacer para no distraerme, y escogerte siempre a ti?
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«Sacerdote mío: ven. En el mundo hay muchas cosas que causan inquietudes y preocupaciones, porque no se dan cuenta que una sola es necesaria.
Yo me encargaré de que, aun en medio del mundo, permanezcas a mis pies y no te distraigas. Tú has elegido la mejor parte. Yo soy la mejor parte y no te será quitada.
Sacerdote mío: ¡escucha! Ama a Dios por sobre todas las cosas, y a mis amigos como los amo yo, para que des por ellos tu vida. Mis amigos son los que hacen lo que yo les digo.
Permanece en mi amor, como yo permanezco en el amor del Padre, porque yo he guardado sus mandamientos y lo he obedecido hasta la muerte. Y una muerte de cruz.
Tanto así los he amado, porque nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida por sus amigos.
Ustedes, mis sacerdotes, son mis siervos, y un siervo siempre hace lo que le manda su amo. Pero yo no los he llamado siervos, porque un siervo no sabe lo que hace su amo. En cambio, yo los he llamado amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre se los he dado a conocer.
Pero algunos de ustedes, mis amigos, están tan ocupados que se han olvidado de mí.
Algunos se han ido; otros me han traicionado; algunos me tratan con indiferencia, como a un desconocido; otros me aman, pero no me tratan como amigo, sólo me quieren servir, y se ocupan presumiendo de mis cosas, pero no se ocupan de mí; algunos me llevan a otros para que crean en mí, pero ellos mismos no creen en mí, porque no me han conocido.
Pocos son los que se quedan y me tratan de amistad. Porque a un amigo se le habla, se le confía, se le trata, se le procura; y si yo los llamo se levantan enseguida y vienen, porque están atentos, están en vela, esperando al que ha avisado que está pronto a venir, y que, cuando llegue, cerrará la puerta.
Ustedes, mis amigos, escogen la mejor parte cuando permanecen en vela, porque nadie sabe ni el día ni la hora.
Muchos son los que se han ocupado en el mundo de las cosas del mundo. Mucha es su angustia y su preocupación, y se alejan de mi amistad, porque olvidan la oración, y se les debilita el alma.
El alma es la que anima al espíritu y al cuerpo a la acción. Pero si el alma está débil y se actúa sin sentido, sin amor, las obras no sirven para nada. Si se ocupa el tiempo, pero se descuida el alma, no se produce buen fruto.
Entre tanta gente, tu quédate a mis pies.
Entre tanto ruido, permanece en mi silencio.
Entre tanta tribulación, permanece en mi paz.
Entre tanta prisa, permanece en mi paciencia.
Entre tanto sufrimiento, permanece en mi alegría.
Entre tanta desolación y angustia, permanece en mi esperanza.
Entre tantos caminos, permanece en mi camino. Yo soy el camino.
Entre tantos dioses, permanece en la verdad. Yo soy la verdad.
Entre tanto pecado, permanece en la vida. Yo soy la vida.
Entre tanto egoísmo, permanece en tu entrega.
Entre tanta ignorancia, cree en mí y permanece en la fe.
Entre tanto desamor, permanece en el amor. Yo soy el amor.
Mi pueblo vaga sin rumbo, como ovejas sin pastor; y los lobos las han dispersado; y las ovejas dispersas toman falsos caminos, y sin guía se pierden; y a las ovejas perdidas los lobos se las comen.
Pero algunos pastores también se han dispersado, y se han perdido.
Yo quiero que ustedes, mis pastores, reúnan a mis ovejas en torno a mí.
Que se reúnan en torno a mi Madre, y que, por los méritos de su maternidad, pidan y reciban al Espíritu Santo, para que sean fortalecidos y enviados a buscar sus rebaños.
Que conozcan a las ovejas, para que las compadezcan, para que las alimenten, para que las guíen, para que las salven.
Sacerdotes míos: reúnan a mis ovejas.
Sacerdotes: apacigüen a mis ovejas.
Sacerdotes: guíen a mis ovejas. Porque caminan sin rumbo, perdidas en el mundo, como ovejas sin pastor.
Un solo pueblo y un solo pastor, que reúne a todos los pastores en la obediencia, en torno a mí.
Reúnanse ustedes bajo el manto de mi Madre, y permanezcan en la unidad y en el amor, para que permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes.
Pastores de mi pueblo: conozcan a mi pueblo, porque es un pueblo extraviado que no reconoce mis caminos.
Guíen a mi pueblo por la luz de mi palabra.
Alimenten a mi pueblo con mi cuerpo y con mi sangre.
Compadezcan a mi pueblo y tengan misericordia.
Perdonen a mi pueblo y conviertan sus corazones.
Expulsen de mi pueblo a los demonios impíos que no merecen compasión, no se dejen engañar.
Protejan a mi pueblo de los desvíos del enemigo.
Rescaten a mi pueblo de las garras de los lobos.
Reúnanlos y reúnanse con ellos, en un solo pueblo, con un solo pastor.
Sean ustedes pastores, padres, sacerdotes, apóstoles, maestros, hermanos, amigos míos.
Manténganse en oración, para que reciban, para que los llene, porque nadie puede dar lo que no tiene.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo para darles de comer.
Yo soy la fuente de agua viva para darles de beber.
Es mi palabra la que fortalece el alma y sacia su sed.
Es en el silencio de la oración en donde escuchan mi Palabra y reconocen mi voz.
Pero a algunos de mis pastores los embriaga la soberbia y quieren hacerlo todo con sus pocas fuerzas, sin mí. Y los enferma el egoísmo, y quieren hacer mucho para que los vean, y reconozcan sus logros, y sobresalir. Y dicen hacerlo todo por mí, pero no me buscan, no me encuentran, no me tratan, no me conocen. Entonces, realmente no me aman, y no permanecen en mí. ¡Hipócritas! Ojalá fueran fríos o calientes.
Amigo mío: yo me encargaré de ti, porque tú me has amado, me has tratado de amistad, me has procurado, permaneces en vela; yo te llamo y tú vienes; yo te mando y tú obedeces; yo he tocado, y tú me has abierto la puerta. Por eso entraré y cenaré contigo, y tú conmigo.
Tú eres mi amigo, al que trato de amistad y en el que yo confío. Has escogido la mejor parte, y nadie te la quitará».
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Madre mía: no permitas que viva en la indiferencia del activismo y me olvide de atender y de amar a mi Señor, quien me ha amado con su amor de amistad. No permitas que lastime su Sagrado Corazón.
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«Hijo mío, sacerdote: tu corazón está dispuesto, y has recibido al amor.
Mi Hijo es el amor. Él es la resurrección y la vida.
Permanece en Él, como Él permanece en ti, escuchando su palabra y alimentándote de Él.
No son ustedes, mis sacerdotes, los que lo han elegido. Él es quien los ha elegido a ustedes.
Sus almas serán fortalecidas para que den mucho fruto y ese fruto permanezca.
Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. El que hace esto es el que confía, y se abandona en Dios y lo obedece. Porque hay que obedecer primero a Dios antes que a los hombres.
Yo les doy este tesoro de mi corazón: mi amistad.
Amistad, para que, a ustedes, que son siervos de Dios, mi Hijo los llame amigos.
Amistad, para que vivan en la fidelidad y en la alegría, siendo testimonio del amor de mi Hijo, dando la vida por sus amigos.
Amistad, para que amen como Él.
Amistad para que sean verdaderos discípulos y verdaderos apóstoles de Cristo.
El que tiene un amigo quiere estar con él, lo recibe, lo atiende, habla con él, le cuenta sus cosas, le pide consejo, lo escucha y hace lo que él le dice, le dedica tiempo, le demuestra que lo quiere y lo ama hasta dar su vida por él.
Hijos míos: permanezcan conmigo, unidos en el amor del Sagrado Corazón de Jesús, y acompáñenme, para que escojan siempre su amistad, que esa es la mejor parte, y nunca les será quitada».
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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – UNA SOLA COSA ES NECESARIA
«Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará».
Eso dice Jesús.
Se lo dice a Marta y te lo dice a ti, sacerdote, porque te afanas y te preocupas de cosas vanas, y te olvidas de hacer oración para escuchar su palabra.
Tu Señor te advierte, sacerdote, que el activismo y la preocupación no te conducen a ninguna parte, tan sólo enfrían tu corazón, porque, ¿de qué te sirve ganar el mundo entero, si te pierdes a ti mismo?
¡Escucha, Israel! Esa es la orden que da el Señor a su pueblo, para que lo obedezcan y hagan lo que Él les diga, para que lo amen por sobre todas las cosas y se amen los unos a los otros, como Él los ha amado, porque hay muchas cosas importantes, pero sólo esto es necesario.
Tu Señor te dice que el que guarda sus mandamientos, ese es el que lo ama, y el que lo ama será amado de su Padre, y Él lo amará y vendrá a él y hará morada en él.
Tu Señor te conoce, sacerdote. Él sabe todo lo que tienes que hacer. Conoce tus trabajos y tu cansancio, y te pide que tomes su yugo y que lo sigas, confiando en Él, porque su yugo es suave y su carga ligera.
Tu Señor te pide que te despojes de todo, también de tu soberbia, que te hace creer que puedes tú solo si te esfuerzas. Date cuenta, sacerdote, que en tu debilidad está su fortaleza, y es en la oración, escuchando a tu Señor, en donde recibes la gracia para prosperar en todas tus empresas.
Y tú, sacerdote, ¿te ocupas en muchas cosas, y te dejas envolver por el activismo que te hace olvidarte de Dios, del prójimo, y hasta de ti mismo?
¿Dedicas tiempo a la oración?
¿Detienes el tren de tu día para alabar a tu Señor?
¿Te ocupas de lo importante para cumplir una meta, y a lo único necesario le sacas la vuelta, porque piensas que el tiempo apremia?
¿Qué es para ti lo importante, sacerdote? ¿Qué es lo necesario?
¿De qué te habla tu Señor?, ¿lo escuchas?, ¿lo obedeces?, ¿cumples sus mandamientos?
¿Escuchas el llamado de tu Señor y le abres la puerta?, ¿lo recibes en tu casa?, ¿lo atiendes?, ¿permaneces con Él?, ¿o lo dejas solo porque tienes mucho que hacer?
Reflexiona, sacerdote, sobre las prioridades que has puesto en tu vida, y date cuenta de que te has llenado de actividades; tantas, que no te alcanza el día, sólo te cansas y te debilitas, porque el que mucho abarca poco aprieta, y por mucho que corras no llegarás. Nada puedes tú solo, porque todo, absolutamente todo, viene de tu Señor.
Haz un alto en el camino, sacerdote, y revisa tu actividad, rectificando tu intención, haciendo tus labores no sólo por cumplir, sino por amor de Dios, transformando tu vida ordinaria en una constante oración, escogiendo siempre la mejor parte que nadie te quitará, haciendo primero oración, después expiación, y muy en tercer lugar acción.
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