«Mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño»
Para la oración personal del sacerdote en base al Evangelio del día. Sábado 27 de julio de 2019
ESPADA DE DOS FILOS. P. Gustavo Elizondo Alanís
«El Señor te envía, sacerdote, a cuidar y a proteger lo que es tuyo, pero requiere tu voluntad, para que todo lo tuyo sea suyo, y Él lo pueda salvar. Porque tu Señor vive en ti, y obra a través de ti».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
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EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO
Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.
Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’. El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’. Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancarla cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero’”.
Palabra del Señor.
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“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? … (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: en la parábola del trigo y la cizaña resaltan varias cosas que mueven a la reflexión. Quizá la primera es la referencia explícita que hace el Señor a que los trabajadores dormían.
Cuántas cosas se pueden desprender de la consideración de ese sueño. Significa que los encargados, los responsables, los que debían dar cuentas, no estuvieron atentos, y eso tuvo como consecuencia un daño grande.
Nosotros, tus sacerdotes, debemos sentir esa responsabilidad constantemente de estar vigilantes, porque ya sabemos que el enemigo, el diablo, siempre está al acecho, siempre quiere hacer daño, y el daño, en su caso, es muy grande: se pierden las almas.
Señor: yo no sólo no quiero estar dormido, sino que quiero estar bien despierto, para cumplir con mi deber y así estar bien preparado para darte cuentas. Ayúdame a tener bien abiertos los ojos y los oídos, para ser un buen labrador, que produzca espigas bien granadas, para ser transformadas en ofrenda, para la gloria de Dios.
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«Sacerdotes míos: el tiempo está cerca, y algunos de ustedes, mis amigos, están dormidos. ¡Ay de aquel que cuando yo venga lo encuentre dormido y no esté en vela!, porque le pediré cuentas de la tierra que le confié y la semilla que le entregué.
Si no tienen frutos para entregarme, serán tratados como la cizaña; porque no todo el que me dice ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
La omisión de ustedes, mis sacerdotes, los condena, porque pierden para mi Reino muchas almas. Aunque expulsen demonios y profeticen en mi nombre, aunque hagan milagros, yo haré justicia ante su iniquidad.
Todo aquel que se declare por mí delante de los hombres, yo también me declararé por él delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a quien me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre.
Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos.
Sean prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos hambrientos.
Yo les doy la lluvia con el agua viva de mi manantial, para que, por medio de mis sacramentos y de sus manos, brote la vida en la semilla plantada en el mundo. Por sus frutos los reconocerán.
Pero no basta con hacer llover. La planta crece y hay que cuidarla, protegerla, alimentarla, abonarla, procurarla, para que crezca más grande, más fuerte y más alta que la cizaña, y no le falte nunca los rayos ni el calor del sol.
Yo los envío a ustedes, mis sacerdotes, no sólo como instrumentos de siembra, sino como jornaleros y obreros de la mies del Padre que está en los cielos.
Oren pues ustedes, para que el dueño de la mies envíe más obreros a su mies.
Obreros fuertes, que trabajen y resistan, que no se duerman, para que la cizaña no crezca en sus campos; para que velen y esperen a que vuelva el Sembrador para darle cuentas de los frutos de su cosecha.
Oren para que, con devoción, ustedes pidan y reciban del Espíritu Santo la fortaleza para cumplir su misión.
Yo confío en ustedes y les doy mi alimento, que es como abono para la tierra y como lluvia de rocío para las espigas de trigo, para que crezcan fortalecidos y den mucho fruto.
Yo les doy mi palabra -que es palabra de vida y alimento para fortalecerlos a ustedes, mis amigos, mis obreros, mis sacerdotes-, a través de la oración y la formación espiritual permanente, que es para ustedes llama ardiente y soplo de vida, para que, fortalecidos, corrijan su conducta y sus intenciones, para que yo viva con ustedes y ustedes conmigo, para que los sarmientos se mantengan unidos a la vid y produzcan mucho fruto.
De nada sirve alimentar la mente y fortalecer el cuerpo si se descuida el alma. De nada sirve un cuerpo vivo si el alma está muerta.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma, teman más bien al que puede llevar a perder el alma y el cuerpo en el fuego del infierno.
Lo que yo digo en la obscuridad, díganlo ustedes a la luz, y lo que oyen al oído, proclámenlo desde las azoteas».
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Madre mía: duele mucho meditar en la parábola del trigo y la cizaña, porque nos habla de venganza y rencor, de malos sentimientos, de personas que buscan el mal por el mal, por hacer daño. Su única satisfacción es gozarse del daño ajeno. Es algo diabólico.
Y duele más darnos cuenta de que eso puede suceder también en almas entregadas a Dios, cuya vocación les pide buscar el bien por el bien, para gloria de Dios y la salvación de las almas.
Te pido, Madre, tu ayuda, para que yo nunca sea cizaña dentro del buen trigo, y para que mi ministerio sacerdotal sirva eficazmente para cuidar la semilla buena, mis hermanos sacerdotes, y demos todos fruto abundante.
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«Hijos míos, sacerdotes: ustedes han sido enviados como ovejas en medio de lobos, semilla pura y buena que ha nacido y crecido en medio de la cizaña, porque al mundo ha sido arrojado el enemigo de Dios, y yo piso la cabeza de la serpiente, pero ya ha derramado su veneno.
La mala semilla ha dado fruto malo, el mal existe, y el peligro que acecha a todos no es reconocido por algunos que son incrédulos y no creen que Dios, que es el bien, se manifieste y se haga tangible en medio de ellos. Pero tampoco creen que el diablo, que es el mal, existe en medio del mundo, y está al acecho tan cerca de ellos y ronda como león rugiente buscando a quien devorar.
La cizaña es fuerte y crece haciendo sombra a la buena semilla y a la espiga, para evitar que crezca, que dé fruto y qué ese fruto permanezca. Por eso es necesario fortalecerse con la oración, y permanecer cubiertos bajo la protección de mi manto, que los cubre con la preciosa sangre del fruto bendito de mi vientre, que los hace resistentes ante las tentaciones y las acechanzas del enemigo, y los libra de todo mal.
No basta, hijos míos, con ser espiga buena por haber nacido de buena semilla. Es necesario ser protegidos y purificados por la gracia de Dios, a través de los sacramentos, y permanecer protegidos por la oración de intercesión, rezando unos por otros.
Especialmente las almas entregadas a Dios, las que procuran vivir en santidad, esas son las que necesitan más protección porque son las más codiciadas por el enemigo pues llevan con ellos a muchas almas al cielo.
El campo ha sido sembrado por la mano del Señor.
La semilla tiene vida y la tierra es fecunda.
El enemigo crece como cizaña junto a la buena semilla.
El fin del mundo será alegría para los que son buena semilla y que, con constancia, perseveran y dan fruto, porque ellos brillarán en el Reino de Dios.
Y será el llanto y el rechinar de dientes para los que son como la cizaña, que siembra el enemigo para inducir a otros al pecado, y que será echada por los ángeles al fuego a la hora de la siega.
El que tenga oídos, oiga.
Hijitos: permanezcan junto a mí, porque la semilla sembrada en mi tierra no será alcanzada por la cizaña.
Y compadézcanse de mí, y compartan mi dolor.
Sufro porque algunos han decidido dejar de ser hijos y ahora son como la cizaña.
Sufro porque la cizaña será arrojada al fuego eterno, y nunca verán a Dios.
Sufro porque un día fueron llamados para dar gloria a Dios por medio de su ministerio santo; sacerdotes elegidos, sacerdotes llamados para ser amados como hijos, como hermanos, como amigos.
Semilla que nunca creció, porque el diablo se la robó.
Ayúdenme a recuperar la semilla sembrada en la tierra fértil que Jesús preparó para ellos.
No permitan que se pierda.
No permitan que se seque.
No permitan que se la lleve el viento.
No permitan que sea robada.
Es la oración abono para la tierra, y es el agua que brota del corazón de mi Hijo vida nueva para la semilla.
Es la sangre que brota del corazón de mi Hijo bebida de salvación.
Es la carne expuesta de mi Hijo alimento para la vida eterna.
Es la voluntad que abre la semilla plantada para permanecer en la tierra buena y crecer y florecer y dar fruto.
Acompáñenme, hijos. Vamos a cuidar las semillas, para que sean semillas y sean sembradores de semillas en tierra fértil».
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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PROTEGER LA SIEMBRA
«El que tenga oídos, que oiga» (Mt 13, 9).
Eso dice Jesús.
Te lo dice a ti, sacerdote, para que escuches su palabra. Y te da el don para que la entiendas, para que la vivas, para que la expliques, y otros puedan entenderla y vivirla.
La palabra de tu Señor es alimento que da vida a la buena semilla, que la fecunda y la hace germinar, y a través de la fe la fortalece y la hace crecer, hasta ser un árbol grande y frondoso, en donde anidan las aves del cielo.
Tu Señor habla en parábolas, sacerdote, pero a ti te habla claro, y te dice todo lo que ha oído a su Padre. Por eso te llama amigo, porque puede hablar y compartir todo contigo. Tú has sido configurado con Él para que tengas sus mismos sentimientos. Él te comprende, y se asegura que tú también lo comprendas.
Muchos dones te han sido dados, sacerdote, pero al que mucho se le da, mucho se le pedirá.Escucha la palabra de tu Señor y ponla en práctica. Pon tu fe en obras, porque de eso se te pedirán cuentas. Y si tú creyeras que no tienes fe, voltea a ver lo que hay dentro de ti, y el poder que Dios ha confiado en ti.
Cuando te vio debajo de la higuera, y te llamó, tú lo escuchaste y dijiste sí, aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad, envíame. Y tu Señor también te escuchó, porque Él tiene oídos que oyen. Y entonces te eligió, y tú dejaste todo, tomaste tu cruz y lo seguiste, porque lo escuchaste, porque le creíste.
Tú eres buena semilla, sacerdote, que ha dado fruto, y tu Señor te ha hecho sembrador en su campo, para multiplicar todo lo bueno que tú tienes para dar, y así construir su Reino con buena semilla, y te manda protegerla para que crezca y de fruto, y ese fruto permanezca.
Pero tu Señor también te advierte que hay otro sembrador que es tu enemigo: es el diablo. Y siembra mala semilla, para que crezca como cizaña en medio de tu siembra, para evitar que el Reino de Dios se extienda.
Y el Señor te envía a cuidar y a proteger lo que es tuyo, pero requiere tu voluntad, para que todo lo tuyo sea suyo, y Él lo pueda salvar. Porque tu Señor vive en ti, y obra a través de ti.
Tu Señor confía en ti, sacerdote. Y tú, ¿crees en tu Señor?, ¿confías en Él?
¿Crees en ti? ¿Confías en ti, y en que tu Señor te ha dado su poder?
¿Agradeces y aceptas los dones recibidos?, ¿los usas para hacer el bien y fortalecer tu virtud?
¿Te reconoces sembrador?
¿Siembras buena semilla?
¿Cómo proteges el campo del Señor?
¿Le pides y le permites que te ayude?, ¿o pretendes hacer todo con tus propias fuerzas?
¿Lo escuchas, y haces lo que Él te dice?
¿Crees en su palabra y permaneces en vela, porque sabes que el tiempo de la cosecha está cerca?, ¿o tapas tus oídos para no oír, y no te preparas, porque en eso no piensas?
Tu Señor te ha dicho que todo está escrito, y que se cumplirá hasta la última letra.
Es tiempo de siembra, sacerdote.
Es tiempo de cuidar, de proteger, y de alimentar los campos.
Es tiempo de creer que el tiempo de la cosecha está cerca.
Es tiempo de sembrar los campos, con tanta semilla buena, que no haya lugar para que crezca la cizaña.
Es tiempo de alzar la voz y de predicar la palabra de Dios, para que, el que tenga oídos, oiga.
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