«El Reino de Dios ya está entre ustedes».
Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Jueves 12 de noviembre de 2020
ESPADA DE DOS FILOS V, n. 79
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
“La Compañía de María, Madre de los Sacerdotes”
«Confía, sacerdote, en la palabra de tu Señor, y ponla en práctica, pidiéndole con humildad, que te conceda con generosidad un único tesoro: sabiduría de corazón, para construir el Reino de los cielos en la tierra, para que se haga la voluntad del Padre en la tierra como en el cielo».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
El Reino de Dios ya está entre ustedes.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 20-25
En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?”. Jesús les respondió: “El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”.
Les dijo entonces a sus discípulos: “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación”.
Palabra del Señor.
+++
“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?»” (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: seguramente tus discípulos hablaron mucho de la venida del Reino de Dios, pensando que tu presencia entre ellos era una señal clara de que estaba por llegar.
Pero no sabían en qué consistía ese Reino, y era fácil que se metiera la visión humana, comparándolo con los reinos de la tierra y, sobre todo, estaban deseosos de que terminara el sometimiento a un rey extranjero. Anhelaban la llegada del Reino de Dios.
Tú nos enseñas que ese Reino está muy cercano a cada uno: dentro de uno mismo, en el corazón, y se descubre con la sabiduría que otorga el Espíritu Santo.
Nosotros, tus sacerdotes, como pastores de tu pueblo, debemos estar dispuestos para recibir tu misericordia, para que se derrame la sabiduría en tu rebaño, y reciban el amor.
Señor ¿cómo podemos despertar las conciencias de las almas para esa maravillosa realidad de tu presencia viva en el alma en gracia?
+++
«Sacerdote mío: yo los he constituido a ustedes profetas de las naciones, para que lleven el Reino de los Cielos a despertar la conciencia de mis ovejas en todo el mundo, para que se arrepientan, para que crean que yo soy, y que estoy a la puerta y llamo, para establecer mi reinado en sus corazones, porque los amo. Y yo a los que amo los reprendo y los corrijo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta cenaré con él y él conmigo.
Yo los haré a ustedes vencedores y los sentaré conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté en el trono con mi Padre. Ustedes, que han encontrado la riqueza de mi Reino, acepten la compañía de mi Madre.
Sacerdote mío: contempla la construcción de mi Pueblo Santo, la construcción de mi Templo, la construcción del Reino de los Cielos.
Es el Reino de Dios en cada hombre, que se construye en su interior, transformando, convirtiéndolo en el Templo donde habito yo, para perfeccionarlos, para santificarlos.
Es el Reino de Dios mi cuerpo en el que se unen todos los Templos, para ser uno solo, del cual yo soy cabeza.
Es la confianza de cada miembro la armonía del cuerpo.
Porque ¿de qué le sirve a la cabeza contar con un pie si no confía en el pie?
Y ¿de qué le sirve a la mano ser mano si no confía en quien es cabeza?
Y ¿de qué le sirve al cuerpo tener miembros si no están en comunión, de acuerdo, movidos en la confianza de una sola cabeza?
Así como la cabeza confía en el cuerpo, así el cuerpo debe entregarse en la confianza del que es cabeza, para que haya unidad, para que haya armonía, para que todo sea perfecto.
Confía, amigo mío, porque eres mío, miembro de mi cuerpo, parte de mi Reino. Yo te doy la llave de la puerta de la confianza, para que entres por esa puerta a mi misericordia. Es la sabiduría derramada por la misericordia. Recibe mi misericordia, para que alcances la sabiduría.
Ustedes, mis sacerdotes, son los Pilares del Reino de los Cielos, los que construyen el Reino de Dios. Yo quiero que construyan con sabiduría y con perfección, para que sean perfectos, como mi Padre del cielo es perfecto, para que sean santos, como yo soy santo.
La sabiduría está en el amor, y el amor descansa en tu corazón.
Sacerdotes de mi pueblo: ustedes son los pastores de mi rebaño, cabeza y guía de cada Templo en el que habito yo. Manténganse en la confianza y en la disposición de recibir la misericordia de Dios, en la que se derrama la sabiduría, para que lleven el amor a todos los rincones del mundo.
Sabiduría que los mantiene en unión, que los perfecciona, que los santifica.
Sabiduría que ilumina, como expresión del poder Dios y de su gloria.
Déjense llenar de sabiduría, para que, siendo sabios, sean perfectos, y, siendo perfectos, sean santos.
Es la confianza en el amor de Dios y su misericordia de la que brota la sabiduría, para que sean mis profetas, para que sean mis amigos, para que, por esta sabiduría, permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes.
Sacerdotes míos, confíen en mí, y sean sabios, y sean perfectos, y sean santos, miembros que comparten conmigo un solo cuerpo y un mismo espíritu, por el que permanecen en la unidad conmigo.
Compartan esa sabiduría con todos los hombres, para que todos me conozcan a mí, como yo conozco a mi Padre y mi Padre me conoce a mí, para que todos seamos uno. Que es por uno que siendo Dios se hizo hombre, por quien vino la salvación al mundo».
+++
Madre mía: si alguien puede decir con todo derecho que el Reino de Dios está dentro del corazón eres tú, quien fuiste morada del Espíritu Santo para la encarnación del Verbo.
El santo evangelio menciona que todo lo guardabas en tu corazón, y eso es otra forma de decir que te dabas cuenta de que eras templo de Dios, y el Espíritu Santo estaba siempre contigo.
Los sacerdotes debemos ser conscientes de que nuestro cuerpo es un templo especial de Dios, debido a que estamos configurados con Cristo.
Ayúdanos a enriquecer con nuestra vida de piedad esa realidad, para saberla transmitir a los demás con nuestro ministerio.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: durante nueve meses llevé el Reino de los Cielos en mi vientre y, desde el primer momento y para siempre, en mi corazón.
Durante nueve meses compartí mi carne y mi sangre con el Reino de los Cielos, y lo tuve sólo para mí, para llenarme de Él. Y el Espíritu Santo, que estaba conmigo, me llenó de sabiduría, de entendimiento, de ciencia, de consejo, de fortaleza, de piedad, de temor de Dios.
Y mi corazón se encendió en el fuego infinito y ardiente del amor de Dios, que, al ser dinámico, no podía contenerse, se daba y se manifestaba a través de mi servicio a los demás, pero que, en el silencio del alma y de la oración, permaneció y creció, mientras yo lo meditaba todo en mi corazón.
Y fui consciente de que el Reino de los Cielos habitaba en mi interior, y que era la sabiduría de Dios, misteriosa y escondida, destinada desde el principio, para gloria de los hombres.
Y fui consciente de lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios tiene preparado para los que lo aman.
Pero los hombres no aceptan las cosas del Espíritu de Dios. Son locura para ellos, y no las pueden entender, sino con el Espíritu de Dios.
Dios hizo de mí el refugio más seguro, inmaculado y puro, para acoger, cuidar y proteger a su único Hijo, al que envió al mundo para la salvación de los hombres.
Y llenó mi corazón del Espíritu Santo, y, encendido en el fuego vivo de la llama de amor, me quemaba en deseo de entregar el Reino de Dios al mundo entero, porque el Verbo se hizo carne para habitar entre los hombres.
La experiencia de engendrar en mi seno y tener al mismo Dios en mi vientre, creciendo, alimentándose de mí, dependiendo el Creador de su creatura, fue maravillosa.
La experiencia de sentir la vida que es Dios dentro de mí, gestar el amor para ser transformado en misericordia, y entregarlo como luz para el mundo, fue asombrosa.
Y fui consciente de llevar en mi vientre al Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre.
Y fui consciente de que Dios preparó en mí una morada digna que recibiera y mantuviera a su Hijo en la pureza, bajo el amparo y el calor del amor, en el seno de una familia, en un entorno seguro y adecuado, protegido de la maldad del mundo, del ambiente desvirtuado y de la suciedad del pecado, para cuidarlo, para educarlo y prepararlo para la misión redentora que le había confiado, sujeto a mi custodia, mientras llegaba su hora.
Y fui consciente de que Dios entregó su Reino a la seguridad del entorno de una familia y al corazón de una Madre, para ser acogido y luego entregado como tesoro al mundo.
Hijitos míos: yo quiero que las familias sean moradas dignas del Espíritu Santo, para que los acojan a ustedes, que son un tesoro de Dios, para que los cuiden y los protejan en su seno, y los ayuden a descubrir que el Reino de los Cielos ya habita entre ustedes, y lo llevan dentro; que son templos del Espíritu Santo, para unir a todos los templos en un solo templo Santo.
Recuerden que el encuentro con Cristo es en el interior, en la intimidad, en el silencio. Y para eso es la oración, para descubrir el Reino de Dios que llevan dentro, para que la llama del fuego del amor arda en sus corazones, encendiendo el deseo de llevar a las almas a subirse en la barca y remar mar adentro, para llevar a todos a un verdadero encuentro con Cristo en la Eucaristía.
El sacerdote debe encontrar a Cristo primero, porque no puede transmitir lo que no sabe que lleva dentro.
Yo soy Reina de los cielos y de la tierra, y soy la Madre de Dios y de los hombres. Yo entregué la luz al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y los suyos no la recibieron, pero a los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre los hombres.
Ustedes recíbanlo y crean en Él, por los que no creen en Él; y esperen en Él, por los que no esperan en Él; y adórenlo, por los que no lo adoran; y ámenlo por los que no lo aman.
Hay muy pocos corazones dispuestos a escuchar. Ustedes vengan conmigo, para que el ruido del mundo no los distraiga, para que unidos a mí nunca se pierdan.
Permanezcan en la confianza de su vocación al amor, obrando, amando, orando constantemente, para que permanezcan en unión con el amor; para que reciban, en la misericordia de Dios, la sabiduría que los mantiene en la perseverancia y en la virtud, en el estado de gracia que los perfecciona, y en la fe, en la esperanza, y en la caridad, que los santifica.
Es el sufrimiento una purificación constante de su corazón, para que permanezca unido al mío.
Compartan mi sufrimiento por cada uno de mis hijos que se va, por cada uno que se pierde, por cada uno que no confía en la misericordia de Dios.
Ofrezcan sus sufrimientos en cada acto, en cada obra, para que cada uno de los que recibe la sabiduría, la aproveche y la comparta».
+++
PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CONSTRUIR EL REINO DE LOS CIELOS EN LA TIERRA
“Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos” (Mt 4, 17)
Eso dice Jesús.
Y te lo dice a ti primero, sacerdote, porque tú has encontrado un tesoro, y lo has dejado todo para hacerlo tuyo, y has entregado a Dios tu vida para tenerlo, para cuidarlo, para protegerlo, para construir con Él su Reino.
Tú eres, sacerdote, el hombre más afortunado del mundo, porque tu riqueza es un Reino que no es de este mundo, y tú no eres del mundo, pero eres constructor del Reino de los cielos en el mundo, para conquistar y liberar a las almas que han nacido encadenadas al mundo, por el pecado original.
Tú has encontrado un tesoro, sacerdote, que no es para guardar. Tú has sido configurado con Él, para que el mundo lo vea brillar, para que lo encuentren, para que lo hagan suyo, para que se enriquezcan, y todos sean uno con Él. Tu tesoro es Cristo vivo, y su reino ha sido establecido a través de la Santa Iglesia, en la que el santo pueblo de Dios ha sido reunido para ser constituido en un Reino de sacerdotes para Dios Padre.
Por tanto, tú eres, sacerdote, un tesoro de Dios para el mundo.
Y tú ¿te has dejado encontrar?
¿Te has permitido brillar?
¿Has enriquecido a aquellos con los que has convivido?, ¿o sigues escondido en el campo y no conocen tu valor?
¿Comprendes lo que quiere decir que el Reino de los cielos ha llegado, y que tú has sido predestinado y llamado para ser parte?
¿Participas activamente en su construcción?
¿Acudes constantemente a la oración?
¿Valoras como un tesoro cada encuentro con tu Señor?
Alégrate, sacerdote, porque el tesoro de Dios vive en ti, y en tu vocación, para llevar a las almas a la conversión a través de la misericordia de tu Señor, que les ha ganado la salvación.
Pero conviértete tú primero, sacerdote, y cree en el Evangelio, saca lo nuevo y saca lo viejo que hay en tu corazón, para que puedas alcanzar una verdadera y total renovación de tu alma sacerdotal.
Y muéstrale al mundo tu fe con obras, sacerdote, haciendo la voluntad de tu Señor, con lo que muestres su alegría por haber encontrado en ti un tesoro, porque eres un hombre según su corazón.
Agradece, sacerdote, el amor de tu Señor, que te ha buscado hasta encontrarte, y lo ha dado todo, hasta su vida, para salvarte, y se ha quedado contigo todos los días de tu vida, para conservarte y contigo glorificar a su Padre, enriqueciendo sus tesoros, llevando muchas almas al cielo.
Confía, sacerdote, en la palabra de tu Señor, y ponla en práctica, pidiéndole con humildad, que te conceda con generosidad un único tesoro: sabiduría de corazón, para construir el Reino de los cielos en la tierra, para que se haga la voluntad del Padre en la tierra como en el cielo.
____________________
Para recibir estas meditaciones directamente en su correo, pedir una suscripción gratuita a
espada.de.dos.filos12@gmail.com
facebook.com/espada.de.dos.filos12
BUENOS DÍAS.
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesucristo como el Reino de Dios, en Él está toda la vida de su Reino, lleno de toda la Bienaventuranza de su ser. Nosotros esperamos un reino de guerreros y del rey que alzará en armas a un pueblo esclavizado y no nos damos cuenta que ya el Reino de Dios esta presente, en nuestro corazón que guarda todas las cosas del mismo. Porque Jesucristo se hace vida en nosotros, templos del Espíritu Santo donde el amor del Padre se deposita y los misterios del reinado se manifiestan en gracia divina. Señor que tu Reino se sienta mas y mas para vivirlo en la plenitud de tu gloria en en mundo.
DIOS LES BENDIGA.