«Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará»
Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Viernes 13 de noviembre de 2020
ESPADA DE DOS FILOS V, n. 80
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
“La Compañía de María, Madre de los Sacerdotes”
«Sacerdote, no temas perder tu vida. No temas humillarte ante tu Dios. No temas la burla de los hombres, antes bien, sacerdote, teme a tu Señor, y obedece, que eso es lo que Él merece: tu obediencia y tu amor».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 26-37
En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada”.
Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?”. Y él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”.
Palabra del Señor.
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“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?»” (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: hay en el ambiente cierta inquietud sobre el final de los tiempos. Lo que tú quieres es que estemos siempre preparados, y que no estemos esperando señales especiales.
Tú ya nos has dejado todo bien dispuesto para estar preparados. Esas son las señales. Tú eres la señal principal.
Y yo, sacerdote, configurado contigo, debo ser también señal de salvación, llevando tu palabra y tus sacramentos de vida eterna a todos los hombres, ayudándolos a subir al arca de salvación, que es tu Iglesia.
Señor, ayúdanos a aprovechar muy bien todos los medios de salvación que nos ofrece tu esposa, la santa Iglesia.
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«Sacerdotes míos: muchos tienen las tinajas llenas de agua, pero ustedes tienen el mejor de los vinos.
Yo soy la Palabra. El que crea en mí y sea bautizado se salvará, el que se resista a creer se condenará, porque las señales y los signos son claros, y sólo los necios no los ven. Muchas señales les he dado y muchos signos he hecho.
Las señales son pequeñas luces de mi corazón, para mostrar el camino hacia la eterna luz que soy yo. Pero yo les digo que mis señales no son para los incrédulos, sino para los creyentes, porque el Espíritu Santo les es dado a los que me aman. El que cree en mí y me ama, ese recibe al Espíritu Santo para la vida eterna. No hay señal más grande que mi Cruz, y todo el que comparte mi Cruz, yo lo convierto en una señal para los demás que me buscan, para que me puedan encontrar.
Yo los envío a ustedes, mis discípulos, a proclamar mi palabra, y a que hagan las obras que yo he hecho, y aún mayores, porque aún a los necios los amo, los busco, los encuentro, los salvo.
Yo los envío para que sean la luz del faro que ilumina en medio de las tinieblas, para que los que están en mi barca encuentren la esperanza y la paz, para que confíen en medio de la tormenta, y se mantengan en la única barca que lleva rumbo y se dirige hacia puerto seguro.
Permanezcan unidos en mí, conmigo, apegados fielmente a la doctrina cristiana de la Iglesia Católica, ceñidos a la obediencia de su obispo para construir mis obras. Ladrillos pequeños, pero puestos sobre cimientos firmes, sobre la roca, promoviendo la unidad con caridad, llevando a mi pueblo mi misericordia, para que sepan que permanecen abiertas las puertas de mi misericordia, hasta que yo vuelva. Entren ustedes por esas puertas y traigan consigo a las familias y comunidades, que son los rebaños que les han sido encomendados. Entren con ellos para que ninguno se quede fuera.
Ésta es la barca de Pedro. Sobre él edifico mi Iglesia y el mal no prevalecerá sobre ella. A él le he dado las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ate en la tierra queda atado en los cielos, y lo que desate en la tierra queda desatado en los cielos.
Mi barca es segura, porque no la dirige un hombre, la dirige el Espíritu Santo, y aunque navegue en medio de la tormenta y la tribulación, aunque la fe se debilite y parezca que se acaba, la barca no se hundirá, porque se dirige hacia puerto seguro, a la luz de la Palabra.
Muchos se desesperarán y perderán la esperanza, otros se tirarán al mar porque perderán la fe, pero algunos se salvarán, porque habrán creído en la palabra que yo les he traído, que perdura, porque es palabra de Vida, que se transmite de generación en generación, a través del Evangelio, porque es la Verdad.
Permanezcan con mi Madre en el puerto seguro, alimentando con la gracia la llama de sus corazones, para que la luz nunca se apague, para que iluminen y guíen a los que navegan y gobiernan, para que alienten a los que se han cansado de remar, y a los que se turban ante la tempestad.
Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. No se distraigan. Permanezcan firmes en la oración y en la fe, construyendo mis obras, escuchando y entregando mi palabra, escogiendo la mejor parte, que no les será quitada.
Yo los envío a evangelizar en medio de tormentas y tempestades, de persecuciones y tribulaciones, de tinieblas y obscuridad, dando testimonio de fe, de esperanza y de amor, llevando mi luz y mi misericordia por camino seguro.
No tengan miedo, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
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Madre mía: tú, como buena madre, quieres que todos tus hijos se salven, alcancen la vida eterna. Y no vas a dejar de interceder por todos nosotros, para que tengamos nuestra alma bien preparada.
Pero esa intercesión nos obtiene la gracia para poder ganarnos el cielo, con obras de fe y amor, convirtiéndonos y esforzándonos también para que otros se salven, para que se suban al arca de Noé y se salven.
Nosotros, tus hijos sacerdotes, tenemos esa especial responsabilidad, porque sabemos que un sacerdote no se va solo al cielo o al infierno. Dependen de nosotros muchas almas.
Madre, tú eres un faro resplandeciente, una señal segura para nuestros naufragios; ayúdanos a estar siempre bien dispuestos y preparados para la venida de tu Hijo.
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«Hijos míos, sacerdotes: nadie sabe ni el día ni la hora, pero el Hijo del hombre vendrá a buscar lo que le pertenece. Todo está dispuesto ya, la mesa está lista y el banquete está servido.
Muchas son las señales, pero los hombres no las ven, porque son señales hermosas que manifiestan el amor de Dios y su misericordia. Son las obras de Dios.
Pero los hombres esperan las señales terribles para creer, para prepararse, para decidirse a cumplir los mandamientos de Dios, para arrepentirse, para pedir perdón. Y no creen en su palabra. ¡Cuidado!, están tentando a Dios.
Eso no es vivir de acuerdo con el amor. Vivir de acuerdo con el amor es vivir de acuerdo con Cristo, en coherencia de vida, teniendo sus mismos sentimientos, haciendo sus obras, cumpliendo sus mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como Él los amó.
Mi Hijo vino a salvar a muchos, pero hay algunos que no quieren ser salvados, que no quieren ver, que no quieren oír, y no hay más ciego que el que no quiere ver y más sordo que el que no quiere oír.
El arca de salvación es la Cruz, pero para ser salvados deben subir a la Cruz, porque muchos son los llamados y pocos los elegidos. Los elegidos son los que corresponden al llamado y dicen sí. Pero deben perseverar y permanecer.
Ustedes, mis hijos sacerdotes, todos han sido elegidos para ser como Noé, arca de salvación.
¿Imaginan a Noé invitando a los hombres a entrar al arca, mientras se comporta como los que viven fuera del arca?
¿Imaginan que Noé se salve a sí mismo en un arca vacía?
¿Imaginan un arca llena, pero destruida?
¿Imaginan a Noé quedándose fuera del arca?
Nada de eso estaría de acuerdo con el mandamiento del amor.
El arca ofrece seguridad, y los que están dentro encuentran ahí alimento, bebida, abrigo, acogida, salud, libertad, perdón, salvación. El que está dentro está seguro y no le falta nada.
Así como Noé, es el sacerdote.
Y así como el arca, es la Santa Iglesia.
Ustedes han sido llamados y elegidos para construir la Iglesia y reunir en ella a todas las naciones en un solo pueblo santo de Dios, para conducirlos en el camino de la verdad que lleva a la vida.
Cristo es el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por Él.
Y así, sin avisar, vendrá de nuevo, para buscar lo que le pertenece al Padre.
Pero la salvación es de cada uno. En las familias y en las comunidades se ayudan unos a otros, para, entre todos, construir el Reino de los Cielos, para que todos puedan llegar a Dios.
Por tanto, es tiempo de llamar, de convencer, de convertir, de reunir.
Pero la salvación es individual, es la unión de cada alma con su creador, y nadie sabe ni el día ni la hora.
Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ya no habrá más tiempo, todo será eternidad. Ya no habrá tiempo de llamar, de convencer, de enseñar. Serán tomados unos y dejados otros, aún de la misma familia o de la misma comunidad, y muchos serán arrojados al fuego eterno, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que quiera perder su vida por el Evangelio la salvará.
Cristo es el camino y el puerto seguro. Permanezcan en Él».
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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PERDER LA VIDA
«Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda por mí su vida, la encontrará» (Mt 16, 25).
Eso dice Jesús.
Sacerdote, para eso te ha llamado tu Señor: para perder por Él tu vida y encontrar tu vida en Él.
Para eso te ha pedido despojarte de ti mismo, dejarlo todo para tomar tu cruz y seguirlo.
Él te promete la vida. ¿Qué puedes darle tú, sacerdote, a cambio de tu vida?
Él te ha dado su poder, para morir al mundo, para vivir por Él, con Él y en Él, en medio del mundo, pero sin ser del mundo, porque tú eres todo de Él y Él no es de este mundo.
Sacerdote, Él es tu Maestro. Aprende de Él y busca parecerte mucho a tu Maestro, para que cuando te vean digan: “verdaderamente éste es hijo de Dios”. Entonces todo tu esfuerzo, tu sufrimiento, tu padecer, tu cansancio, tu trabajo, tu entrega y tu renuncia a los placeres del mundo para entregarle tu vida a Él, habrá valido la pena.
Sacerdote, no permitas que te ciegue tu egoísmo, ni la búsqueda de complacer a aquellos que están entregados y vendidos al mundo y a su poder, al pecado y a la mentira, porque el demonio los domina.
Sacerdote, no te dejes convencer. Tú tienes la verdad en ese sacramento que te ha sellado uniéndote con Cristo para la eternidad. Se llama sacerdocio, por el que tu vida es sumergida en la verdad.
No tengas miedo, sacerdote, porque no estás solo, tu Señor está contigo todos los días de tu vida, para que con Él tú salves a los hombres, porque Él ha vencido al mundo.
No tengas miedo, sacerdote, de ser rechazado, maldecido, repudiado, perseguido, calumniado, juzgado y condenado, encarcelado o asesinado por la causa de Cristo, porque Él está aquí para salvarte.
Entrega tu vida al servicio del Señor, para que Él te dé la vida eterna, porque ¿de qué te sirve salvar al mundo entero si pierdes tu vida? Él es la vida. Y es con Él que tú obtienes la vida que Él ha ganado para ti.
Sacerdote, tú estabas muerto, estabas condenado, encarcelado, encadenado al mundo. Pero Él, que te ama tanto, ha dado su vida por ti, para que vivas la eternidad con Él, y esa es su promesa. Pero te pide corresponder a ese amor entregando tu vida por tu propia voluntad al servicio de las almas que Él te ha querido confiar, y te pide que no vayas solo, te pide que lleves a todas las almas que te ha confiado al encuentro con Él, para que recuperen la dignidad que había perdido la humanidad, y que Él ha ganado con su pasión, su muerte y su resurrección para el mundo entero.
Sacerdote, no temas perder tu vida. No temas humillarte ante tu Dios. No temas la burla de los hombres, antes bien, sacerdote, teme a tu Señor, y obedece, que eso es lo que Él merece: tu obediencia y tu amor.
Sacerdote, tú eres precursor de la venida del Señor. Anuncia la buena nueva, porque esa, sacerdote, es tu misión.
Tú, que padeces las miserias de los hombres en medio del mundo, compadece, sacerdote, a los hombres del mundo y anúnciales el Evangelio. Lleva a ellos la Palabra del Señor, convence la voluntad de aquellos que escuchan la Palabra, para ponerla en práctica. Y conquista, sacerdote, los corazones de los hombres con el ejemplo de tu comportamiento, con la manifestación de tu amor a través del testimonio de tu fe.
Sacerdote, servir a tu Señor es conquistar al mundo, para que el mundo crea que Él es el Hijo de Dios. Pero los hombres no son tontos, sacerdote. Ellos creen en el poder de Dios. Poder que manifiestan tus manos cuando bajan el pan vivo del cielo, cuando tus ojos miran la Eucaristía y expresan tu fe, cuando tu palabra le dice que lo amas, porque tu razón está convencida de tener en tus manos la vida, que es el cuerpo y la sangre de Cristo, tu Maestro, tu Señor, el Hijo único del único verdadero Dios.
Sacerdote, es así como pierdes tu vida para encontrarla: entregándote en cada Eucaristía, en el único y eterno sacrificio de Cristo, haciéndote con Él una sola ofrenda, uniendo las almas de los hombres del mundo a Él, para alimentarlos con la Palabra y con la Eucaristía, que les da la vida eterna por la fe.
Ese, sacerdote, es tu poder.
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BUENOS DÍAS.
El Evangelio del día de hoy Jesús nos invita a estar preparados para la hora del juicio, no sabemos a quien se le aproxima el fin de la existencia. Mas que una preparación al fin de los tiempos Jesús nos muestra por medio de hechos nuestra aptitud a los signos de Dios. No nos parecen muy importante y hasta los pasamos por alto. Yo pienso que en cada instante de nuestra vida pasa por una preparación, desde niño mis padre me formaron hasta el punto de tener otra visión del mundo y prepararme de la mano de otras personas e incluso de Dios. Él da libertad a mis decisiones pero también por medio se su Santo Espíritu me advierte y me hace asumir la responsabilidad a las decisiones, a tomar en serio las consecuencias que se originan de mis actos. El estar preparado es darme cuenta que por encima de una realidad de vida, sea buena o mala debo estar atento a que mañana pueda ser yo el llamado, el elegido a estar en su Juicio Divino.
DIOS LES BENDIGA.