«Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel»
Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Sábado 3 de diciembre de 2022
ESPADA DE DOS FILOS I, n. 7
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«A ti, sacerdote, se te ha dado el poder de Cristo, ser Cristo, actuar con Cristo, hacer las obras que hizo Cristo, y más grandes. Se te ha confiado la consumación de la obra redentora de Cristo en cada alma. Tanto se te ha dado, tanto se te pedirá».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
EVANGELIO DEL SÁBADO I DE ADVIENTO
Al ver a la multitud se compadeció de ella.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 35-10, 1. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?»” (Francisco, Evangel
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: te compadecías de las ovejas de tu pueblo, porque estaban extenuadas y desamparadas. Eran ovejas sin pastor. Les das poderes a tus discípulos para curar enfermedades y expulsar demonios: para ser buenos pastores.
La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Me doy cuenta de que el trabajo sacerdotal es abundantísimo. Y sé que debo ser un pastor “con olor a oveja”. Pero me dejo llevar por el cansancio, o por el desorden, o por la pereza, la desidia, la falta de espíritu de sacrificio. Falta de entrega. Falta de responsabilidad ante lo que me pides. Y sé que, si me das mucho, me pides mucho.
Señor ¿cómo tiene que ser mi entrega? ¿Cómo debo corresponder generosamente a todo lo que me das?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
«Sacerdotes míos, pastores del pueblo de Dios: ustedes han sido llamados y elegidos, y sus nombres han sido escritos en el cielo, porque han sido creados a imagen y semejanza del Hijo de Dios, para construir el Reino de los cielos.
Han sido llamados y elegidos para buscar y llamar y encontrar a los que son llamados a ser parte del Reino, para que sus nombres estén inscritos en el libro de la vida.
Pero son ustedes también responsables de alimentarlos, de guiarlos, de conducirlos, de dirigirlos, de instruirlos, para que sus nombres no sean borrados del libro de la vida, sino contenidos para la vida eterna.
Siete son las iglesias, siete espíritus, siete sacramentos, siete sellos que son abiertos por el único que es digno, el Cordero de Dios, que con su sangre ha destruido la muerte del mundo causada por el pecado, para ganarles la vida, para conseguir para Dios un Reino de Sacerdotes, el pueblo santo de Dios, que son todos los que están inscritos en el libro santo de Dios.
Pastores de mi pueblo, reúnanse en torno a la Madre del Cordero, que es la Madre de Dios, obra maestra de su Creación, en cuyo vientre inmaculado fue contenida la Vida, para dar la vida al mundo, por la muerte y la resurrección del Cordero, para rescatar su obra.
Sacerdotes míos: sepan que la humanidad es la gran obra de Dios, y es por mi cruz, mi muerte y mi resurrección que ha sido renovada y recuperada.
En sus manos, amigos míos, he confiado su obra, para que obren ustedes en cada alma.
Miren que estoy a la puerta y llamo. Ábranme la puerta.
Sean misericordiosos y recibirán misericordia.
Sean justos, porque por sus obras serán juzgados».
Madre nuestra: Jesús se compadecía de las multitudes porque las veía como ovejas sin pastor. Pedía oración por las vocaciones, e instruyó a sus discípulos para que fueran en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel, curando enfermos y echando fuera a los demonios.
Y tú, como buena madre, te sigues preocupando por esas ovejas, y cuentas con el poder para someter a la serpiente, para arrojar a todos los demonios. Ayúdanos para no caer en sus trampas, en sus engaños, y para cumplir eficazmente con nuestro ministerio, recuperando a las ovejas perdidas.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la mujer vestida del Sol. Llevo una corona de doce estrellas sobre mi cabeza, y la luna bajo mis pies. Llevo en mi vientre al Hijo de Dios, y con las plantas de mis pies yo piso la cabeza de la serpiente, para que no distraiga la atención de mis hijos, y no caigan en la tentación, sino que cumplan la voluntad de Dios.
Pero la serpiente es astuta, hijos, conoce la debilidad de los hombres, y aprovecha bien la herida que el pecado original causó en el alma de los hombres. La soberbia somete la voluntad de los hombres cuando deciden usar su libertad no para amar y adorar a Dios, sino para satisfacer su deseo de ser como Dios y decidir el destino y el futuro de cada uno, sin importarles afectar al mundo entero.
El demonio disfraza la debilidad de los hombres, la sexualidad -que es un medio para manifestar el amor de Dios y su obra creadora, y un medio de santificación para compartir su gloria-, en un ídolo falso, en un dios de pecado, un medio despreciable de placer, que sólo lo disfruta el diablo.
El plan de Dios para los hombres lo han desvirtuado. Hombre y mujer los creó desde un principio, y les dio poder sobre todo lo creado, para amarlo y para glorificarlo. Pero han usado ese poder para despreciarlo, para lastimarlo, para hacer de sus propios cuerpos un becerro de oro. Peor aún, cuando el mismo Dios les ha enviado a su único Hijo para derramar su sangre sobre la humanidad entera para salvarlos, para liberarlos de la muerte a la que conduce el pecado.
Dios todo lo ve, hijos, todo lo sabe, todo lo conoce. No hay nada oculto a sus ojos. Pero todo lo soporta. Con paciencia espera a que abran sus ojos y sus oídos, y se den cuenta que nada de eso que hacen vale la pena. Sólo Dios les da la vida eterna.
Miren cuántos permisos dan los gobernantes al pueblo de Dios. Gobernantes sin fe, que sólo ven por su propio interés. La serpiente se los ha tragado, pero sobre su cabeza están mis pies. Cerraré sus fauces, no permitiré que lleven consigo la inocencia de mis niños. Yo los vengo a proteger, y por eso estoy aquí. ¡Acompáñenme!
¿Dónde están los valores que les enseñaron sus padres? ¿Dónde está la fe que les trasmitieron las otras generaciones? ¿Dónde está la bondad de sus corazones?
Los han endurecido, algunos hombres y mujeres. Ya no existe la libertad, sino el libertinaje. Al que exige libertad lo castigan con la opresión, tanto de su conciencia como de su voluntad. Hace falta mano firme, hace falta formación, descubrir el verdadero valor de la vida y los sentimientos del corazón. Al mundo le falta fe, al mundo le falto yo. Aquí estoy para tomar a mis hijos sacerdotes de mi mano, y que conduzcan a mi rebaño.
Divina Pastora yo soy. De mi vientre ha nacido Cristo, el Buen Pastor, modelo de todo hombre, Amo, Creador y Señor, dueño de la vida y de la gloria de Dios. Él instituyó la Sagrada Eucaristía y todos los sacramentos. A cada uno le dio la gracia para ser igual a Dios, a su imagen y semejanza, uniéndolos en Él. Y si bien, la Eucaristía es Él, a los otros sacramentos, por sí mismo le da el mismo valor que Él. Hace valer cada sacramento tanto como Él. Por tanto, el sacramento del matrimonio es tan grande como Él. Así de tanto lo están humillando, así de tanto lo están lastimando, así de tanto es una barbaridad que quieran instaurar como una verdad el matrimonio homosexual.
Hombre y mujer los creó y a procrear los envió. Cualquier cosa distinta al plan de Dios no es de Dios. Todo el que no está con Dios está contra Él, en el bando enemigo con el diablo; también los que se dicen sus amigos y permiten que el placer del libertinaje los domine. Cada uno fue creado en un plan original individual de Dios, para darse, para entregarse, para atraerlos a Él, pero Él respeta su libertad, cuando lo rechazan, cuando no lo quieren amar, aunque el dolor desgarre su Sagrado Corazón. Y, aun así, espera con paciencia, y no se cansa de enviar señales para conseguir su conversión.
He venido a traerles mi compañía, he venido a reunir a los que Dios ha elegido como guías para reunir a sus rebaños en un solo rebaño y con un solo Pastor, también a las ovejas perdidas y a las que no son de su redil.
Yo he venido como buena Madre a preparar el vestido de novia para la Santa Iglesia, con la que mi Hijo ha querido desposarse, pero hay que limpiar cada mancha, porque Él merece una novia vestida de pureza.
Él perdonará todas sus infidelidades, porque por un hombre y una mujer ha venido la desgracia del pecado al mundo; y por un hombre y una mujer ha sido destruido el pecado y el mundo ha sido renovado. Ahora quiero que los corazones de los hombres sean conquistados, para que acepten la gracia del perdón que el Hijo de Dios les ha ganado, a través de mi misericordia, porque yo soy Madre, y yo los quiero a todos.
Mi Hijo no ha venido a buscar a justos sino a pecadores. Y por eso estoy aquí, para pisar la cabeza de la serpiente».
¡Muéstrate Madre, María!
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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SER RESPONSABLES
«Llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias».
Eso dice la Escritura.
Y tú, sacerdote, tienes una gran responsabilidad. Tienes que tomar consciencia de que al que mucho se le da mucho se le pedirá.
A ti se te ha dado el poder de Cristo, ser Cristo, actuar con Cristo, hacer las obras que hizo Cristo, y más grandes.
Se te ha confiado la consumación de la obra redentora de Cristo en cada alma.
Tanto se te ha dado, tanto se te pedirá.
Se te ha dado, sacerdote, el poder de la vida.
Eres tú el que conduce las almas a la vida.
Sin el sacerdote los hombres no pueden tener vida.
Tanta es tu responsabilidad.
A los sacerdotes Cristo los hace padres y madres al mismo tiempo.
Es el sacerdote el que sumerge a las almas en la misericordia de Dios, a través del sacerdocio de Cristo.
Es el sacerdote el que hace permanecer a las almas unidas a Cristo.
Es el sacerdote el que hace el Cuerpo de Cristo, el que lo configura, el que lo construye, el que lo mantiene, el que lo completa.
Tú tienes, sacerdote, la responsabilidad de llenar el cielo de almas, que es darle a Dios gloria, uniendo a todas las almas al único sacrificio de Cristo; y unirte tú mismo, porque sin ti, sacerdote, el cuerpo no está completo.
¿Te das cuenta, sacerdote, de que tu responsabilidad es hacer que Cristo sea parte de la vida de los hombres, que sea Él quien viva en los hombres, y que los hombres permanezcan en Cristo?
¿Te das cuenta de que el sacerdocio es completar la cruz de Cristo?
El sacerdote tiene la responsabilidad de dar vida. Es el árbol de la vida que, a través de sus ramas, conduce la gracia que da vida. Esos son los sacramentos. Son las ramas del árbol de la vida, que nace de la cruz.
El sacerdote tiene la responsabilidad de mantener en el libro de la vida los nombres de los que Cristo ya ha elegido desde el principio.
Pero el sacerdote no quiere reconocer la grandeza de lo que Dios le ha dado, porque sabe que al que mucho se le ha dado mucho se le pedirá.
Por eso se esconde, como si Dios no pudiera verlo, como si Dios no se diera cuenta, como si Dios pudiera pasar desapercibido su ministerio.
Reconoce, sacerdote, tu misión. Tú tienes un rebaño, que es la parte de la que eres responsable, en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Tú tienes una responsabilidad que cumplir, desde que dijiste sí, desde que fuiste ordenado, y decidiste entregar tu vida, para morir al mundo y vivir como Cristo resucitado.
Esa es tu responsabilidad.
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