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ARMADOS CONTRA EL DEMONIO – UNIDOS CON CRISTO (Mc 3, 22-30)

«¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?»

Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Lunes 23 de enero de 2023

ESPADA DE DOS FILOS III, n. 19
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

«Sacerdote, tú eres la unión por el don que has recibido el día de tu Ordenación, cuando el Espíritu Santo se posó sobre ti, manifestando para el mundo y para el cielo que Cristo te ha elegido para que vivas en Él, porque Él vive en ti y te hace una sola cosa para siempre».

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).

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EVANGELIO DEL LUNES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO
Satanás ha sido derrotado.
+ Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 22-30
En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.
Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.
Palabra del Señor.

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“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? … (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: te acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo. Qué disparate.
Venías a predicar el amor y la unidad, y el demonio es todo lo contrario: es causante del odio y la división.
Pero el demonio es real, y actúa, y es el padre de la mentira, y por eso engaña y nos presenta la verdad como mentira, y la mentira como verdad. Hasta hace creer a los hombres que las obras de Dios son obras del demonio. Por eso son tan graves los pecados contra el Espíritu Santo: los de quienes se cierran voluntariamente al conocimiento de la verdad.
Hemos de estar prevenidos contra sus insidias, hemos de luchar como guerreros, para vencer en todas las batallas contra ese enemigo.
Sabemos que nuestra Madre Santa María está continuamente pisando la cabeza del demonio, y por eso nos acogemos a su protección.
Los ejércitos que vencen en las guerras son, principalmente, los que permanecen muy unidos.
Señor, yo, sacerdote, ¿cómo debo combatir en las batallas de mi vida diaria para vencer al enemigo?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos: es mi deseo que honren, veneren, alaben y amen a mi Madre. El Espíritu Santo está con ella. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Por tanto, quien desprecia a mi Madre, desprecia al Espíritu Santo que está con ella.
Dios se complace en su Hijo, que es el fruto bendito que el Espíritu engendra en ella. Por tanto, el Padre se complace en la Madre y en el Hijo a través del Espíritu Santo, al cumplirse su voluntad por voluntad de ellos.
En la Madre, cuando ella entrega a su Hijo a los hombres a través de su maternidad divina.
En el Hijo, cuando hace hijo a cada uno a través del Espíritu Santo, uniéndolos en el Hijo a la Trinidad Divina.
Dichosos los que escuchan mi Palabra y la ponen en práctica.
Dichosos los que han sido acogidos en el vientre que me llevó, y alimentados por los pechos que me criaron.
Dichosos los que oran con fe y la ponen por obra, usando el arma más poderosa que tienen en sus manos: el rezo del Santo Rosario, a través del cual les es revelado el misterio de mi vida, pasión, muerte y resurrección, para que lo hagan suyo y lo vivan, para que encuentren en este misterio su protección, su misión y su propia salvación, viviendo su sacerdocio configurados conmigo, en la alegría de mi resurrección, para que el mundo crea que yo soy el Hijo de Dios, y que estoy vivo.
Yo quiero que ustedes, mis sacerdotes, mis amigos, permanezcan unidos en mí, en un solo cuerpo y un mismo espíritu, porque yo soy la vida eterna.
Cuando ustedes rezan el Rosario invocan la presencia de la Madre de Dios, y ella se hace presente y reza con sus hijos, porque donde haya uno o más reunidos en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos, y mi Madre siempre está conmigo.
El Rosario será arma de protección y auxilio para la renovación de sus almas».

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Madre mía, Señora de las Victorias, Virgen del Rosario: tú estás llena del Espíritu Santo, y el demonio no puede nada contra ti. Él busca dividir y, sobre todo, separarnos de Dios. Tú quieres, como buena madre, mantenernos muy unidos a ti, para estar muy unidos a Dios.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: enséñame a combatir las insidias del enemigo de Dios, para llegar a ser un buen hijo del Padre; a vivir muy unido a tu Hijo, y a ser un digno templo del Espíritu Santo. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: la victoria en el campo de batalla en medio del mundo es a través de ustedes, mis guerreros, poniendo su fe en obras, luchando, protegidos con el arma más poderosa que expulsa demonios y es defensa ante los ataques de enemigo, fortaleza y auxilio: el rezo del Santo Rosario.
Así como el Padre se complace en mí y en mi Hijo Jesucristo, yo quiero complacerme en ustedes, a través del Espíritu Santo, que es quien les revela todas las cosas. Tengan paciencia con los demás, pues a ustedes se les han revelado estas cosas, y muchos no entenderán hasta que les sean reveladas por el Espíritu Santo a través de ustedes.
Contemplando mi imagen es como pueden contemplar al Espíritu Santo, que es invisible para sus ojos, pero siempre está conmigo, y que, con mi Hijo y el Padre, es un solo Dios: el verdaderísimo Dios por quien se vive.
A través del bautismo por el Espíritu Santo los hombres son unidos al Hijo, para ser parte de esa Santísima Trinidad, en la que alcanzan la vida, para darle gloria a Dios. Y ya no son esclavos sino hijos, y Él se complace en ellos haciéndolos parte de su gloria. Esa es la verdad, pero algunos de esos hijos van por la vida sin darse cuenta, y viven sin dar gloria a Dios, sino sumidos en la indiferencia, que hiere a Dios, porque los esclaviza otra vez al mundo, del cual la sangre del Hijo ya ha roto las cadenas. Y rechazan la Luz, porque prefieren las tinieblas.
Hijos míos, yo les pido que complazcan a Dios. Glorifíquenlo con su vida, abran los ojos a la verdad, y reciban y adoren el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo, reconociendo que Él es la verdad, y que, aunque algunos viven en la mentira en medio del mundo, podrían vivir en medio del mundo, pero en la verdad, porque son hijos.
El que recibe a Cristo en la Eucaristía recibe al Espíritu Santo, que le es dado a los que lo aman, y enciende con su fuego a los corazones, consumiendo todo lo malo y haciendo brillar con su luz a todo lo bueno. Pero quien lo recibe en pecado blasfema contra Él, y el fuego no consume lo malo, sino que lo refleja, y Dios ve el mal en él, y recibe el rechazo. Quien rechaza al Hijo y al Espíritu Santo lo rechaza a Él. Y eso hiere a Dios, porque ese ya no es esclavo, sino hijo.
Yo me complazco en ustedes cuando se reconocen hijos por la filiación Divina y no viven en la indiferencia, sino agradecidos, adorando a mi Hijo por haberles dado la vida eterna.
Yo me complazco en ustedes cuando unen todos todo, sus trabajos y cada pequeño sacrificio, al único sacrificio agradable a Dios: el sacrificio de su Hijo amado Jesucristo, en quien tiene sus complacencias».».

¡Muéstrate Madre, María!

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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – UNIDOS CON CRISTO
«Si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir»
Eso dice Jesús.
La fuerza del ejército de Dios está centrada en la unidad de sus soldados.
Soldados que luchan no solos, y no por sí mismos, porque ellos no tienen la fuerza.
Soldados que luchan unidos con Cristo, porque Él es el centro, Él es la fuerza, y es con Cristo, por Él y en Él, que el ejército gana para Dios todas las batallas.
Sacerdote, tú eres un soldado de Dios, has sido elegido y has sido escogido para pertenecer al ejército del Rey de reyes y Señor de señores; has sido formado en las líneas delanteras, para luchar frente a frente con las líneas enemigas.
¿En dónde está, sacerdote, tu fidelidad?
¿En dónde está puesta tu amistad?
¿En quién tienes puesta tu confianza?
¿A quién le debes tu vida?
¿Por quién luchas, sacerdote, esta batalla?
¿Estás con Cristo o estás contra Él?
No puedes servir a dos amos. Decídete.
Él está contigo, y tú, ¿estás con Él?
Si estás con Cristo, sacerdote, entrégale tu voluntad y cumple el mandamiento nuevo que Él te vino a enseñar, y ama a tu prójimo como Él lo amó, porque ese es el mandamiento de tu Señor.
Unidad, sacerdote, unidad para permanecer en su amistad.
Una sola familia, un pueblo santo de Dios: ese es el mandato que has recibido de tu Señor.
Reúne, sacerdote, a tu rebaño, y cumple la Palabra del Señor, porque un pueblo dividido es un pueblo débil, frágil, fácilmente tentado, acechado y destruido.
Un pueblo dividido es un pueblo en donde falta fe, en donde no hay esperanza, en donde la caridad no se ve.
Sacerdote, tú eres la unión por el don que has recibido el día de tu ordenación, cuando el Espíritu Santo se posó sobre ti, manifestando, para el mundo y para el cielo, que Cristo te ha elegido para que vivas en Él, porque Él vive en ti y te hace una sola cosa para siempre.
Él une el cielo y la tierra, la humanidad y la divinidad, en el sacerdote.
Eres tú, sacerdote, ejemplo de unidad.
Permanece en la fidelidad y nunca te separes de quien es la Vida, porque caerías en la muerte.
Nunca te separes de quien es la Luz, porque vivirías en la oscuridad.
Nunca te separes de quien es la Verdad, porque tu vida sería una mentira.
Nunca te separes de quien es el Camino, porque vagarías perdido en un mundo que te ata, que te encadena, que te devora.
Permanece unido, sacerdote, a la fuente de vida, porque tú eres conductor del manantial de agua viva, por la que Dios mismo se derrama para el mundo dando vida y regresando a su amistad a todos los que no están con Él y se vuelven contra Él.
Es por ti, sacerdote, que tu Señor los atrae hacia Él, y los hace parte una y otra vez.
Satanás es la mentira, la división, la enemistad, las cadenas, la oscuridad. Él es quien divide a los hombres, quien promueve que se alejen de Dios, y que lo abandonen a través de las tentaciones del mundo del pecado, porque lo hace atractivo a los ojos del mundo, que son los ojos de los hombres que están divididos, que no están unidos a Dios, que no están con Él, sino contra Él.
Sacerdote: invoca al Espíritu Santo, que es el Espíritu de la verdad, y bautiza a los hombres con el Espíritu Santo, que es por quien se unen en filiación divina al Padre para permanecer con el Hijo.
Ten cuidado sacerdote, porque Satanás es como un león rugiente, buscando a quién devorar. Reconoce las señales que el Espíritu Santo te da a través del don de discernimiento, por el que tú tienes en tu poder, en tus manos, en tu boca, y en tu corazón, la verdad.
Permanece, sacerdote, en Cristo, porque Él ruega al Padre por ti, no para que te saque del mundo, porque tú, como Él, no eres del mundo; porque Él para eso te eligió, para que vivas fuera del mundo, para que vivas unido a Él. Y Él pide que te libre del maligno, porque tú vives en medio del mundo y el maligno vive ahí. Él es el príncipe del mundo, pero Él te ha dado ojos para que veas y oídos para que oigas, y Él te ha dado los mandamientos de la ley de Dios, para que los cumplas. Y te ha dado su Palabra, para que la escuches y la pongas en práctica.
Es así, sacerdote, como tú permaneces en Él. Es así como tú, soldado del ejército de Dios, luchas en las líneas del Rey contra el ejército enemigo, y demuestras que tú, sacerdote, eres su amigo, que estás con Él y no contra Él.
Invoca, sacerdote, al Espíritu Santo, para que permanezca en ti, porque Él es derramado a los corazones de los que aman a Dios.
El que permanece en la presencia del Espíritu Santo permanece en Dios.
Ten cuidado sacerdote, al usar tus palabras, porque puedes equivocarte, y Dios siempre va a perdonarte; pero el que blasfema contra el Espíritu Santo, ese no será parte, ese será condenado, porque ese no obedece la Palabra de Dios, y ese está en contra del amor, y el que está en contra del amor no puede ser aceptado como parte en el Reino de Dios, porque Dios es amor.
Sacerdote, tú has sido elegido, tú has sido llamado como soldado de Dios para proteger el tesoro de la fe, que une a los hombres a Dios a través del amor.
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