FIESTA DE SAN MIGUEL, SAN GABRIEL Y SAN RAFAEL, ARCÁNGELES
Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Viernes 29 de septiembre de 2023
ESPADA DE DOS FILOS VII, n. 27
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís
«Tu Señor te vio debajo de la higuera, y te llamó para que le dieras tu corazón. Él te llena de su gracia y sabe tu debilidad, pero también tu buena intención de hacer su voluntad. Por eso te envía a sus arcángeles, para que te protejan, porque el demonio se aprovecha de la miseria de tu humanidad».
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).
EVANGELIO DE LA FIESTA DE SAN MIGUEL, SAN GABRIEL Y SAN RAFAEL, ARCÁNGELES
Verán a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 1, 47-51
En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? … (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: no dejo de agradecer a Dios que haya querido que contemos en la tierra con la poderosa ayuda de los ángeles.
Además de nuestros ángeles custodios, sabemos que hay innumerables ángeles que prestan su servicio en favor de los hombres. Los necesitamos mucho.
Pienso en los ángeles y arcángeles como criaturas de fuego, brillantes, resplandecientes, llevando espadas encendidas y escudos de hierro, que nos enseñan a adorar a Dios. Ellos cantan y alaban, adoran, acompañan y protegen tu Cuerpo y tu Sangre en la sagrada Eucaristía, y cuidan la integridad de cada uno de nosotros, luchando contra los demonios.
Su belleza es tanta, que es inimaginable, indescriptible, inasequible, porque es el reflejo de la belleza del rostro de Dios –a quien ven constantemente–, y de su gloria compartida.
Por otra parte, pienso también en los ángeles que no quisieron adorarte a ti, el Hijo de Dios. Satanás y sus ángeles desataron la lucha, y al arcángel san Miguel se le dio el poder de expulsarlos del cielo, donde ahora todos adoran a Dios.
Después los demonios se apoderaron del mundo en señal de guerra y de odio a Dios, para destruir todo lo que Él ha creado. Y entonces fue enviado a la tierra otro arcángel, san Gabriel, quien anunció la venida del Hijo de Dios. Y el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre.
Imagino que San Miguel te acompañaba en tu vida pública, mientras expulsabas los demonios de los hombres, demostrando el poder de Dios. Y otro arcángel, san Rafael, también te acompañaba, mientras sanabas a los hombres por el poder de Dios.
A ti te imagino ahora, Jesús, en medio de los ángeles, de pie, con todo el poder, coronado de gloria. En tu mano llevas un cetro de hierro, para regir a todas las naciones. Eres Rey de reyes y Señor de señores.
Y estoy seguro, Señor, que nosotros, tus sacerdotes, configurados contigo, contamos con un arcángel ministerial, que nos ayuda a cumplir fielmente la misión particular que nos encomiendas. Nosotros aceptamos la ayuda de todos los ángeles, agradecemos su compañía y acudimos a su intercesión.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
«Sacerdotes míos: Satanás y sus ángeles han sido arrojados a la tierra y vagan por el mundo buscando la perdición de las almas. Han sido expulsados del cielo para toda la eternidad, y no tienen otro objetivo ni quehacer, más que su venganza contra Dios, intentando destruir a los hombres, porque es lo que Dios más ama.
Los demonios saben que les queda poco tiempo. Y le hacen la guerra a Dios haciéndole la guerra a los hombres, que son seres débiles, inferiores a los ángeles, imperfectos y llenos de miserias. Pero Dios, que es bueno y misericordioso, no envía a los hombres solos y sin armas a la lucha, sino que les da todo el poder y toda la ayuda que necesitan para vencer.
Pero también es justo, y respeta la libertad de su voluntad. El demonio conoce las debilidades de los hombres y cómo atacarlos, pero yo los conozco más, porque es por mí que se hicieron todas las cosas, y por mí han sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Ustedes, mis amigos, son los predilectos del enemigo, que es hábil y astuto, y conoce las debilidades y tentaciones de cada uno de los que acuden a mi llamado. Pero antes de llamarlos yo ya los conocía. Yo vi a cada uno debajo de la higuera, y lo llamé por su nombre, y ustedes me dijeron “habla, Señor, que tu siervo te escucha”, porque yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí.
Yo sé lo que cada uno necesita. Conozco todo de cada uno, y lo amo a cada uno.
Yo conozco sus alegrías, sus sufrimientos, sus deseos, sus miedos, sus dones, sus defectos, sus pensamientos, sus miserias, sus necesidades, sus tentaciones, y hasta sus pecados. Pero yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Yo he venido a vencer la muerte y el pecado.
Yo los envío a luchar y vencer, para continuar mi obra salvadora. Y yo les ayudo. Les ha sido enviada la ayuda y la protección de los arcángeles.
Permanezcan en oración e invoquen en mi nombre la ayuda que les doy:
- el arcángel Miguel, mi fiel guerrero, es enviado a protegerlos en el espíritu, librándolos del enemigo y ayudándoles a expulsar demonios.
- el arcángel Gabriel, mi fiel mensajero, es enviado a proteger sus mentes y su voluntad, para que les ayude a llevar la Palabra de Dios.
- el arcángel Rafael, mi fiel servidor, es enviado a proteger el cuerpo y la salud de cada uno, para que puedan cumplir con su misión.
A cada uno de ustedes, mis amigos, yo les he enviado un arcángel particular, para custodiar su vocación al amor y su ministerio.
Invóquenlos, encomendándose a su protección y ayuda, porque a veces se sienten solos, y el egoísmo los traiciona, y la soberbia los domina, y se olvidan de pedir la ayuda que Dios les manda.
Son mis ángeles y mis arcángeles los custodios y protectores del Reino de Dios. Creaturas creadas para adorar a Dios, y enviadas al mundo para cuidar y proteger a todos en los que yo habito.
Es cada celebración la anunciación de la encarnación del Hijo de Dios.
Es la Eucaristía Dios encarnado, que se dona para encontrar morada.
Son los ángeles los que cuidan y protegen la morada de Dios.
Es el cielo que se abre y se une con la tierra en cada Consagración. Vuelo de ángeles que suben con la ofrenda y bajan con las gracias del Padre. Arcángeles que custodian mi Cuerpo y mi Sangre. Santos que adoran en el altar. Unión de ofrendas en un solo sacrificio. Pan vivo bajado del cielo para alimentar al pueblo santo de Dios.
Son los ángeles maestros de adoración, compañía en el camino, protectores ante toda tentación, enviados para servir a los hombres, para que los hombres sirvan, alaben y adoren a Dios.
Reciban a mis ángeles y acepten su protección, su compañía, sus enseñanzas, su ayuda, que es un regalo de Dios.
Sacerdotes míos, soldados de Cristo, guerreros de Dios: es por mi cruz la misericordia más grande que la espada de la justicia.
Tomen su cruz, que es mía, y hagan suya la misericordia de Dios, convirtiendo su cruz en ofrenda, con obras de misericordia.
Acepten la compañía y la protección de mis ángeles y arcángeles.
Acepten las armaduras y las armas de Dios, para que perseveren en esta lucha; para que, con la espada de doble filo, abran las gargantas; para que con el fuego de la espada conviertan los corazones; para que conquisten almas para la construcción del Reino de los cielos.
Anuncien el Reino como el arcángel anuncia la llegada del Hijo de Dios.
Protejan el Reino con las espadas de los ángeles de Dios.
Expulsen demonios con el poder que les ha sido confiado.
Sanen y enseñen, prediquen y den ejemplo, practiquen con virtud sus ministerios, para que su cruz sea una ofrenda que los ángeles presenten ante el trono de Dios.
Alaben y adoren con los santos, con los ángeles y con todas las almas, este Cuerpo y esta Sangre entregada en la Eucaristía, y reciban el poder del Espíritu Santo en cada entrega de ustedes consagrada conmigo, en cada entrega de ustedes elevada conmigo.
Sacerdote: tú tienes el poder de Dios y la protección de los ángeles y los arcángeles.
Es tu voluntad la que destruye o construye los templos en los que habito yo.
Es por tu voluntad que construyes el Reino de los cielos, que es para lo que yo te he llamado, porque desde antes de llamarte yo ya te conocía.
Lo que tú construyas prevalecerá, porque el Reino de Dios no puede ser destruido.
Sacerdote mío, toma mi cruz y entrégate conmigo.
El poder más grande contra el enemigo se le ha dado a mi Madre, Reina de los cielos y la tierra, porque ella está llena de gracia y lleva en su seno a Dios».
Madre mía: tú eres Reina de los ángeles, y están a tu servicio todos los Coros celestiales. Su misión es muy variada, pero de modo especial te sirven en la batalla contra el enemigo de Dios.
A mí me da mucha seguridad contar con esa ayuda tan eficaz, aunque sé que debo también poner los medios para luchar. Intercede para que esos fieles servidores tuyos me ayuden a utilizar bien las armas como guerrero de Dios.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
«Hijos míos, sacerdotes: yo piso la cabeza de la serpiente, y no puede hacerme daño, porque llevo en mi seno al Hijo de Dios todopoderoso, Rey de los ejércitos, Rey de reyes y Señor de señores.
Los demonios están de acuerdo en entregar a la bestia el poder que ellos tienen para hacer la guerra al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y que, siendo Rey de reyes y Señor de señores, los vencerá en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles.
Yo les doy el arma más poderosa: el Santo Rosario, porque, al rezarlo, invocan mi presencia, y yo, que estoy llena de gracia, porque el Espíritu Santo está siempre conmigo, acudo al auxilio de mis hijos como una Madre acude al llamado de sus hijos pequeños, para socorrerlos con mi misericordia en todas sus necesidades, para que reconozcan en mi Hijo al Hijo de Dios y lo sigan.
Hijos míos: perseveren conmigo en su entrega, al pie de la cruz, recibiendo la protección y la ayuda que Dios les manda para librar todas las batallas.
Acompáñenme a luchar en este ejército, en el que la victoria ya ha sido anunciada. Yo pido para que ustedes, los guerreros, resistan hasta el final, y participen de la victoria y la gloria de Dios en el cielo, para adorarlo y alabarlo como santos, con los Ángeles, Arcángeles, Principados, Tronos, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Serafines y Querubines, toda la eternidad».
¡Muéstrate Madre, María!
PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA PROTECCIÓN DE LOS ARCÁNGELES
«Yo les aseguro que verán el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Eso dice Jesús.
Se lo dice a sus discípulos, y te lo dice a ti, sacerdote.
Tu Señor te llama y te envía para que, con sus ángeles y sus santos, alabes y des gloria a Dios.
Tu Señor te vio debajo de la higuera y te llamó para que tú también lo vieras y le dieras tu corazón.
Pero aquel que te llena de su gracia te conoce desde antes de nacer, y sabe tu debilidad y tu flaqueza, pero también tu buena intención de hacer su voluntad. Por eso Él te envía a sus arcángeles para que te protejan, porque el demonio se aprovecha de la miseria de tu humanidad.
Acepta, sacerdote, la ayuda de tu Señor, que te brinda auxilio, porque quiere para ti lo mejor, y te da la luz que brilla en su cruz, para que seas tú la luz y la sal de la tierra.
Y tú, sacerdote, ¿te encomiendas a la protección de los arcángeles de tu Señor?
¿Pides su guía y su salud, para saber escuchar, recibir, predicar y entregar la Palabra y el mensaje de tu Señor?
¿Confías en su asistencia y en su poder contra las asechanzas del enemigo?
Conserva la visión sobrenatural, sacerdote, y verás grandes cosas cuando eleves tu voz y tus ojos al cielo, que permanece abierto, y del que haces bajar el pan vivo para alimentar al pueblo de Dios con su Cuerpo y con su Sangre, que los alimenta, que los fortalece, que les da vida.
Tu Señor ha tenido misericordia de ti, sacerdote, y te ha elegido. Profeta de las naciones te ha constituido, y haciéndote siervo te ha llamado amigo, y te ha enviado para que des fruto y ese fruto permanezca, haciéndote partícipe del misterio de la salvación, llenándote de carismas propios, y de la ayuda que necesitas para cumplir con tu misión.
Grandes cosas has de ver, sacerdote, porque tu Señor va a volver acompañado de sus ángeles, de sus arcángeles, de la gloria de Dios y de su poder.
Encomiéndate a la protección de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, porque importante es tu misión, porque compartes la misión de Él, y ¿quién como Dios?
Confía, sacerdote, en que tú solo no puedes, pero su gracia te basta. Y alégrate, porque Dios ha obrado la salud, y tú estás predestinado a llevar al mundo la Palabra con la fortaleza de Dios, para que sirvas a tu Señor día y noche, con tu trabajo, con tu descanso, y sin reproche, aguardando su llegada, manteniendo preparada su morada, glorificando con tus obras su Nombre.
Acepta la intervención de Dios en tu vida, sacerdote, y recibe su favor, reconociendo el poder de sus arcángeles, pidiéndoles que te ayuden a cumplir tu misión, pidiéndoles sus luces para discernir ante cualquier decisión, y su ayuda para resolver cualquier difícil situación, poniendo a cambio en sus manos tus oraciones como ofrendas a Dios, dejándote guiar por ellos al encuentro definitivo con tu Señor.
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