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LLAMADOS PARA SER APÓSTOLES – SEGUIR A CRISTO (Mt 4, 18-22)

FIESTA DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL

Para la oración personal del sacerdote con base en el Evangelio del día.
Jueves 30 de noviembre de 2023

ESPADA DE DOS FILOS VII, n. 42
P. Gustavo Eugenio Elizondo Alanís

«Eres tú, sacerdote, el que deja todo para seguir a Jesús. Él es tu Maestro y tú su discípulo. Él es el Cristo y tú el apóstol, que Él, cumpliendo su promesa, convierte y configura con Él, en Cristo».

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12).

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EVANGELIO DE LA FIESTA DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL
Ellos, inmediatamente, dejando las redes, lo siguieron.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 18-22
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Palabra del Señor.

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“En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?»” (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: cuando la Iglesia celebra la fiesta de alguno de los Doce Apóstoles, me recuerda la misión que yo también tengo de ser pescador de hombres. Y también tomo en cuenta que esa misión me exige dejar todas las cosas.
Para eso te entregué mi vida, para ser apóstol, para llenar las redes de almas. El apóstol es el enviado.
Señor, ¿qué exige de mí ser apóstol? ¿Con qué medios cuento para hacer esa tarea que me pides? ¿Cuál es mi recompensa?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes, apóstoles míos, ustedes han sido llamados para dejarlo todo y ser pescadores de hombres. Y todo aquel que deje casa, hermanos, padre, madre, tierras, por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna.
Ustedes han sido llamados para seguirme, por el camino de la cruz, hacia la vida, caminando conmigo para que ustedes me conozcan, entregándose conmigo en un mismo sacrificio, sufriendo conmigo, compadeciendo conmigo, buscando conmigo, encontrando conmigo, salvando almas conmigo, con los brazos abiertos y los pies unidos a la cruz del Evangelio, voz fuerte predicando mi Palabra.
Para que ustedes, que me conocen y creen en mí, hablen de mí.
Para que ustedes, que viven en mí, me dejen vivir y obrar en ustedes.
Para que ustedes, que me han seguido, sean ejemplo y camino para todos los que yo he venido a buscar.
Pero sepan que yo no he venido a buscar a justos sino a pecadores, que son los que ustedes, pescadores de hombres, deben encontrar, para que les hablen de mí, para que ellos me conozcan y crean en mí, para que me amen y quieran dejarlo todo por mí, para que tomen su cruz de cada día y me sigan por este camino de cruz y vida eterna, por mi muerte y mi resurrección.
Ustedes han sido llamados para que, permaneciendo en el mundo, mueran al mundo, y vivan en la plenitud de mi resurrección en el mundo, sirviendo a Dios en el mundo, construyendo el Reino de Dios en el mundo, salvando a los hombres del mundo, conduciéndolos por el camino de la vida, descubriendo los tesoros que no son de este mundo, para que me quieran seguir, para que quieran participar de mi cruz y de mi Resurrección, para la vida eterna.
Ustedes han sido llamados para conocer la verdad, y enviados a llevar la verdad a todos los rincones del mundo.
Caminen de la mano de mi Madre, para que nunca se pierdan, que ella los conducirá por la luz hasta mi cruz,

  • fortalecidos en el camino de la oración, de la reconciliación y del servicio;
  • alimentados con mi cuerpo y con mi sangre;
  • crucificando sus cuerpos y sus almas para morir al pecado;
  • derramando mi misericordia, para vivir en la plenitud del amor;
  • entregados totalmente en el servicio a Dios en manos de los hombres, sirviendo a los hombres, conduciendo a los hombres, para llevar a los hombres a Dios, por el único camino, el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad, el camino del amor entregado, crucificado, muerto y resucitado: Cristo, el Señor, Rey del Universo, que no pueden ver, pero que está con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Es entonces cuando lo verán venir con todo su poder y gloria, para resucitar a los vivos y a los muertos, para que todos los que creen en Él tengan vida eterna».

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Madre mía: me doy cuenta de que la elección que ha hecho Jesús de mí es para llevarle muchas almas, para ser pescador de hombres.
He meditado muchas veces la importancia de cumplir mi misión, entre otras cosas, dando ejemplo, predicando no sólo con mis palabras, sino con mis obras. Así voy a llenar las redes.
Madre, me siento muy pequeño, pero sé que mi vocación es para ser otro Cristo. Te necesito, para que me enseñes y me ayudes a parecerme más y más a Jesús.
San Andrés murió también en una cruz. Ayúdanos, Madre, a aceptar la cruz con alegría, sabiendo que hemos de llevarla todos los días, dejando todas las cosas, para seguir a Jesús.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: mi Hijo escoge a sus amigos para que sean pescadores de hombres.
Él los elige de entre el mundo, y los saca del mundo, porque ustedes no son del mundo, como Él no es del mundo.
Yo tampoco soy del mundo, porque fui creada para ser toda de Dios desde un principio, pero fui enviada a vivir en medio del mundo, para que Dios naciera del vientre de una mujer, para ser igual en todo como los hombres, menos en el pecado, porque Él tampoco es del mundo.
El pecado es del mundo y de los que son del mundo.
Mi Hijo elige a sus amigos y los llama por su nombre, los conoce desde antes de nacer, y los hace profetas de las naciones, para traer a los hombres a Él.
Es así como el Padre atrae a los hombres al Hijo, porque nadie va al Padre si no es por el Hijo, pero nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él.
El Padre atrae a los hombres al Hijo a través de sus amigos, y a sus amigos los hace sacerdotes, los hace como Él.
Los hace guías, pastores, regidores, maestros, pescadores de hombres, discípulos, apóstoles, profetas, para que sean ejemplo.
Es con el ejemplo que Dios atrae a los hombres a su Hijo, para que su Hijo los lleve hacia Él.
Dios elige a los pequeños y sencillos para revelarles a su Hijo, y les da la misma misión.
Yo fui creada no para ser del mundo, sino para ser toda de Dios.
Yo atraigo a mis hijos sacerdotes a Cristo, para que aprendan a ser como Cristo, todos de Dios, para que sean enviados y profesen al mundo que Cristo es el Señor, para que crean en Él, para que invoquen el nombre del Señor como su Dios y Él los salve.
Ustedes son mensajeros de Dios que llevan el amor y la misericordia de Dios a todos los rincones de la tierra, a través de su palabra.
Hijos míos, no tengan miedo a la cruz, no tengan miedo al sufrimiento. Es su cruz y su sufrimiento el camino a la alegría del encuentro con el que sufrió por ustedes, con el que murió por ustedes en la cruz, para hacerlos suyos, para recuperarlos, para salvarlos de la muerte, para darles vida, unidos a Él para siempre.
Permanezcan en esa unión, unidos por Él a mi Inmaculado Corazón, para que se dispongan a recibir y a entregar la misericordia derramada en la cruz de Jesús, el perdón, la reconciliación y la luz de la resurrección, para la vida eterna».

¡Muéstrate Madre, María!

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PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA SEGUIR A CRISTO
«Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres»
Eso dice Jesús.
Ese es el llamado.
Eso es lo que dice la voz que tú escuchaste, sacerdote.
Y te llama a ti, y llama a otros que, como tú, vivían en medio del mundo, y fueron sorprendidos por el Cristo que pasa, y que se detiene para invitarte a caminar con Él en su camino.
“Sígueme”: ese es el llamado, esa es la invitación, esa es la declaración de amor de Dios al hombre que Él elige, que Él escoge, sólo porque quiere, y entonces el hombre responde y corresponde al llamado, para ser nombrado sacerdote.
Esa es la promesa de Jesús: Síganme y yo los haré pescadores de hombres.
Esa es tu vocación: echar las redes de Dios para pescar a los hombres y reunirlos en la barca, la Santa Iglesia Católica.
Esa, sacerdote, es tu misión.
Escucha, sacerdote, el llamado. Porque Él te llama todos los días.
Corresponde, sacerdote, al llamado, y sigue a tu Maestro, que Él cumple su promesa, que se manifiesta cuando tú cumples tu misión.
Tu misión es echar las redes, y Él te hace pescador.
Eres tú, sacerdote, el que deja todo para seguir a Jesús. Él es tu Maestro y tú su discípulo. Él es el Cristo y tú el apóstol, que Él, cumpliendo su promesa, convierte y configura con Él, en Cristo.
Eres tú, sacerdote, el que dirige la barca mar adentro, para pescar tantas almas como el Señor te quiera confiar.
Llévale, sacerdote, a tu Maestro, una buena pesca al atardecer de cada día, como ofrenda, porque esa es tu misión. Pero, para cumplirla, tus redes deben estar completas, deben ser fuertes.
Repara, sacerdote, tus redes. Conviértete, porque el Reino de los Cielos está cerca.
Convierte, sacerdote, a los hombres que Dios te confía, y anuncia ese Reino que construyes, para que acerques a los hombres a Dios, entregándolos entre tus redes, que son la Palabra de Dios que expresa tu boca y que está en tu corazón.
Sacerdote, Él te encontró en medio del mundo, mientras tú vivías cumpliendo para el mundo con tu labor. Y lo dejaste todo por tu fe, por tu confianza y por tu amor.
Nunca olvides lo que ese día pasó. Lo primero que hiciste, sacerdote, fue escuchar la Palabra del Señor, y luego obedeciste correspondiendo a la voz que hacía arder en fuego tu corazón.
Nunca olvides, sacerdote, que Él te encontró. No eres tú, quien lo eligió a Él, es Él quien te conoció antes de nacer, y te consagró, profeta de las naciones te constituyó. Él fue quien te eligió porque Él te amó primero.
Nunca olvides, sacerdote, la promesa del Señor, que ha sido cumplida, porque Él siempre cumple sus promesas. Él te ha hecho pescador de hombres porque tú dijiste sí, y Él te ha dado una misión que tú prometiste cumplir.
Conviértete, sacerdote, en la promesa del Señor, y cumple tu misión.
Tú eres, sacerdote, pescador de hombres.
Agradece tener oídos con los que oyes.
Agradece tener voluntad con la que obedeces.
Agradece tener ojos con los que ves.
Agradece tener corazón con el que sientes.
Y si no sintieras nada, sacerdote, pide perdón, pide ayuda a tu Señor, y Él cambiará tu corazón de piedra en corazón de carne, para que sientas, para que actúes, para que cumplas tu misión, llevando el amor en tus redes, porque esa es tu carnada, pescador, para que lleves, a través de tus redes, una buena pesca a tu Señor. Porque esa, sacerdote, es tu misión.

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